Que nunca pierdas esa sonrisa, tan bonita y tan coqueta
que nunca pierdas esa mirada, tan intensa y tan traviesa
que nunca pierdas esa felicidad tan tierna,
y que nunca pierda yo a mi Dulcinea.
Entradas relacionadas
Aquellas manos que no podían separarse
Publicada en por Manuel Cordero
El matrimonio en el futuro
Publicada en por Manuel Cordero