Una hostia bien dada

Hay momentos en la vida en los que recibes una buena hostia. Lejos de reaccionar ante ella con dolor, llanto o quejarse de haberla recibido, debemos aprender de esa hostia. A veces necesitas que esa hostia llegue a ti para reaccionar y darte cuenta de que algo en tu vida debe cambiar.

 

Seguramente pienses, o sepas ya, que en tu vida existen ciertas cosas que quieres o debes cambiar, pero que al día de hoy siguen ahí, firmes e inalterables, y apenas mueves un solo músculo para cambiarlas. Así sigues hasta que recibes la hostia, esa gran hostia que te abre los ojos y te hace levantarte para intentar cambiar algo de verdad.

 

 

Las hostias que da la vida… Son duras. Son de esa clase de hostias que suenan, duelen y retumban en tu cabeza durante un tiempo. Y no pienses que las verás venir, pues llegarán en cualquier momento y sin previo aviso.

Estas a tiempo de cambiar, de cambiar en ese aspecto y ahorrártela. Pero si este mensaje te ha llegado tarde y no pudieras evitarla, no hay opción a caerse, tocará aprender de ella y cambiar, ya que no volverás a ser el mismo que eras antes de su visita.

 

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