Desde hace dos semanas estoy viviendo en Jerez de los Caballeros y una de las cosas que más me llamó la atención de este pueblo fue las iglesias que tenía. Con una simple vista desde las afueras del pueblo, mientras llegaba a él en autobús, se podían ver, elevándose por entre los tejados de las casas, las torres de unas cinco iglesias.
De estas cinco iglesias, hubo una que me llamó especialmente la atención por la cantidad de detalles que tenía su fachada, la Iglesia de San Bartolomé. Dos semanas en este pueblo pasando casi a diario por delante de esta iglesia y no fue hasta ayer cuando me encontré la puerta abierta y, evidentemente, no pasé de largo.
Dentro de ella había todo lo que se puede encontrar en cualquier iglesia, figuras de la Virgen, el Cristo crucificado, figuras de varios santos, altares decorados con mil doscientos detalles; pero hubo algo que realmente me llamó la atención y que hacía tiempo que no veía. Un órgano. Un órgano gigantesco que se elevaba a 10 metros de altura y se mostraba majestuosos mientras ponía el cuello casi en horizontal para poder verlo.
Había allí también una guía, que por lo que dudaba y titubeaba mientras me contaba todas las historias de la iglesia y anécdotas que allí ocurrieron, se notaba que no tenía mucha practica en ello y que poca gente a la que contársela pasaba por allí. Mientras la guía no paraba de hablar y me explicaba cada una de las figuras y los santos que había, mis ojos no paraban de mirar el órgano, deseando que aquella guía se callara y me dejara hablar para poder preguntarle si el órgano funcionaba. Cuando finalmente pude preguntárselo. A la mierda. El órgano no funcionaba. Yo que ya estaba pensando en ir a misa, después de no se cuantos años ¿Cuántos años hace que hice la comunión? para poder escuchar aquel órgano…
La guía me comentó, y ahora si que la estaba escuchando, que durante la guerra, vaciaron el interior para fabricar las balas que usaban, por lo que lo único que quedaba de aquel órgano era el exterior, por dentro estaba totalmente hueco. También dijo que hubo varios intentos de restaurarlo pero que resultaba extremadamente caro y absurdo, ya que también costaba muchísimo encontrar personas en la región que supieran tocarlo.
El conocer la iglesia y el órgano me hizo pensar. Pensar en que este tipo de cosas no se deben dejar y deben ser cuidadas y mantenidas para el futuro. Decidí entonces donar algo de dinero, lo único que tenía suelto, con la esperanza de que algún día, gracias a mi pequeña aportación y a la de muchísimos otros, ese órgano vuelva a sonar en la Iglesia de San Bartolomé.
Porque, creyente o no, pues personalmente no es que sea muy religioso que digamos, es indudable que la iglesia cristiana forma parte muy importante de nuestro país, nuestra cultura y nuestras tradiciones. Por lo que hay que hacer algo para mantener vivas estas muestras de arte y cultura, que van desde la propia iglesia y su fachada hasta las pinturas, figuras y decoraciones que se encuentran en su interior; sin olvidar al órgano inspirador de estas palabras, claro.
Ojalá que ni el tiempo ni el olvido consigan acabar con este patrimonio cultural existente en cada una de las ciudades y en cada uno de los pueblos que recorren todo el territorio nacional.